Julio es un encargado del barrio porteño de Belgrano, y ofrece su ayuda a todos los adultos mayores de su edificio.
No solo cumple con sus tareas diarias como encargado, sino que además ofrece su ayuda solidaria, en todos los departamentos donde vive gente que puede necesitar una mano. Entre los favores que les piden está hace alguna compra, les paga los impuestos. Con el tiempo que le queda supervisa las tareas de la escuela de sus dos hijas.
Julio Villagarcía es encargado de un edificio en la calle Monroe, y bromea con Estela, una mujer de 82 años que vive en el primer piso: “Me debe diez pesos: la voy a poner en la lista negra”.
El encargado cuenta: “Les doy la seguridad de contar con alguien que les da una mano en esta situación que no esperábamos”. Siempre está atento a las necesidades de los adultos mayores, por lo que recorre piso por piso y visita en sus departamentos a “los abuelos”, como los llama, para ver cómo están y si necesitan algo. Recoge los encargos y sale a la calle con el listado dispuesto a colaborar con ellos.
Hace algunos días, desde la Ciudad de Buenos Aires, dentro del marco de la pandemia del COVID-19, se lanzó el programa Mayores Cuidados en el que se inscribieron unos 40 mil voluntarios y más de 11 mil adultos mayores, para ayudarlos a realizar diferentes tareas que requerían salir a la calle como hacer compras en farmacias y comercios de proximidad, y el paseo de sus mascotas, entre otras.
Julio llega de la calle con bolsas, después de haber realizado varias compras, tanto en un supermercado chino, una pescadería y un local donde se pagan impuestos y servicios, exclusivamente para los adultos mayores que viven en su edificio.
Sale cada día con su tapabocas como corresponde, se forma en la fina a una distancia prudencial, y así cada día cumple con los recados: “Estoy ayudando a los abuelos de mi edificio”, cuenta.
Y agrega: “La gente ve cómo uno se comporta y se va dando cuenta de quién es uno y eso genera confianza. Yo los ayudo a hacer las compras y ahora que volvieron a abrir los locales, a pagar los impuestos. Les doy la seguridad de contar con alguien que les da una mano en esta situación que no esperábamos”.
Además Julio cuenta que en su edificio también vive gente joven que ofrece su ayuda a los más grandes y se preocupa de que todos estén bien. “Los más chicos ponen cartelitos en el ascensor. En este edificio no hay problemas: somos como una gran familia. La verdad, 11.000 puntos“, cuenta.