La soprano italiana brilló en la primera función de la temporada lírica del Teatro Colón, aunque recibió la noticia del fallecimiento de su padre horas antes del estreno.
El Teatro Colón inauguró su temporada lírica con una nueva puesta en escena de Aída, la clásica ópera de Giuseppe Verdi, cuya versión escénica estuvo basada en la icónica producción de Roberto Oswald de 1996. La función, que se llevó a cabo el domingo, estuvo marcada por un momento de gran conmoción: la soprano italiana Carmen Giannattasio, quien interpretó a Aída con una solvencia vocal impecable, subió al escenario a pesar de haber recibido ese mismo día la noticia del fallecimiento de su padre.
La puesta, a cargo de Aníbal Lápiz en dirección escénica y diseño de vestuario, y de Christian Prego en la reposición escenográfica, recreó un Egipto monumental con elementos visuales de gran impacto. Desde el telón de fondo con ideogramas iluminados hasta la omnipresente esfinge que acompañó las escenas, la ambientación evocó la esencia de la producción original. Sin embargo, ciertos aspectos técnicos de la puesta evidenciaron el paso del tiempo, con demoras en los cambios de escena y ruidos provenientes de bambalinas que interrumpieron la continuidad dramática.
La interpretación de Giannattasio alcanzó su punto más alto en el tercer acto con Oh, patria mía, donde desplegó una línea de canto expresiva y matizada, logrando una atmósfera de melancolía que cautivó al público. En el dúo con su padre, Ciel, mio padre!, demostró un cambio emocional preciso, mientras que en la escena final logró transmitir una profunda intimidad en el dúo con Radamés.
Por su parte, Daniela Barcellona ofreció una Amneris de gran presencia escénica, especialmente en el cuarto acto, donde su despliegue vocal reflejó con intensidad el tormento del personaje. En tanto, el tenor Martín Mühle interpretó a un Radamés de notable fuerza, con momentos de lirismo destacados en Se quel guerrier io fossi! y Celeste Aída.
Youngjun Park brindó una actuación sobresaliente como Amonasro, mientras que Simon Lim (Ramfis) y Fernando Radó (Rey de Egipto) impusieron autoridad vocal. Además, Marina Silva (Sacerdotisa) y Diego Bento (Mensajero) cumplieron con solidez sus respectivos papeles.
La Orquesta Estable del Teatro Colón, dirigida por Stefano Ranzani, logró un equilibrio perfecto entre los pasajes de gran despliegue sonoro, como la Marcha Triunfal, y los momentos de mayor introspección. El Coro Estable, bajo la conducción de Miguel Martínez, ofreció una actuación destacada, aportando dramatismo y contundencia a la interpretación.
Uno de los momentos más emotivos de la noche fue el rápido saludo de Giannattasio al final de la función. A diferencia del resto del elenco, la soprano abandonó el escenario de inmediato sin participar del saludo conjunto, ya que debía viajar urgentemente para reunirse con su familia en Italia. La noticia de su pérdida personal se conoció posteriormente, generando una ola de admiración por su profesionalismo.
La función de estreno estuvo dedicada a la memoria de Enrique Bordolini, reconocido escenógrafo e iluminador vinculado al Colón desde 1964, cuyo legado dejó una marca indeleble en el mundo de las artes escénicas.
Con próximas funciones programadas hasta el 22 de marzo, Aída continúa siendo un emblema del repertorio operístico del Colón y, en esta oportunidad, una muestra del compromiso artístico llevado al límite por una de sus principales protagonistas.