El Obelisco proyectó la imagen de Jorge Bergoglio y la frase “Recen por mí” en una emotiva despedida al primer papa latinoamericano, fallecido en la residencia de Santa Marta.
La Ciudad Autónoma de Buenos Aires despidió este lunes por la noche al papa Francisco con un sentido homenaje visual: varios de sus monumentos más emblemáticos fueron iluminados con los colores blanco y amarillo de la bandera del Vaticano, en memoria de Jorge Bergoglio, quien falleció esa misma mañana en la residencia vaticana de Santa Marta. La despedida estuvo marcada por una fuerte carga simbólica y emocional, especialmente en el Obelisco, donde se proyectó su rostro y la recordada frase “Recen por mí”, pronunciada en su primera aparición pública como pontífice en marzo de 2013.
En este sentido, la iniciativa de rendir tributo al sumo pontífice, nacido en Buenos Aires en diciembre de 1936, se hizo visible en sitios como el Planetario y el Monumento a los Españoles, que durante varias horas brillaron con los tonos representativos del Vaticano. A su vez, las proyecciones sobre el Obelisco, combinadas con el mapping de imágenes del papa, se convirtieron en uno de los momentos más emotivos de la jornada.
Además del homenaje lumínico, miles de fieles se congregaron espontáneamente frente a la Catedral Metropolitana, ubicada en la Plaza de Mayo, para encender velas, rezar y despedirse en silencio del líder religioso que había sido arzobispo de Buenos Aires entre 1998 y 2013. En tanto, durante la noche continuaron las plegarias por el “eterno descanso” de quien ocupó el máximo cargo de la Iglesia Católica durante más de una década.
El impacto del fallecimiento del primer papa latinoamericano se sintió con fuerza en su ciudad natal. El Gobierno nacional decretó siete días de duelo oficial, con la suspensión de actos festivos y el izamiento de banderas a media asta en todo el país. De tal modo, la Ciudad se sumó a esta medida y, mediante el Ministerio de Educación porteño, ordenó que las instituciones educativas mantuvieran las banderas nacional, de la Ciudad y la institucional en señal de luto. A su vez, el Arzobispado de Buenos Aires suspendió las actividades en los establecimientos educativos católicos y convocó a una jornada de oración y recogimiento.
Por su parte, distintos dirigentes políticos, organizaciones religiosas y referentes sociales difundieron mensajes de despedida y reconocimiento. Si bien la relación de Francisco con la dirigencia política argentina había atravesado momentos de distanciamiento en los últimos años, su figura conservaba una profunda admiración en amplios sectores de la sociedad.
En paralelo, se conoció que una delegación de diputados nacionales podría viajar al Vaticano para asistir al funeral, aunque aún persisten disputas entre bloques sobre quiénes integrarán la comitiva. Francisco, que desde el inicio de su papado eligió residir en la Casa Santa Marta, en lugar de los apartamentos papales tradicionales, había dejado instrucciones precisas sobre sus exequias, entre ellas su deseo de ser enterrado fuera del Vaticano y utilizar un ataúd sencillo, en coherencia con su estilo austero y cercano.
Cabe señalar que en los últimos años, su presencia pública se redujo a causa de problemas respiratorios y de movilidad, que lo llevaron a utilizar una silla de ruedas de manera habitual. Pese a esas limitaciones, continuó cumpliendo con algunas actividades pastorales hasta poco antes de su fallecimiento.
La muerte de Jorge Bergoglio marcó un punto de inflexión en la historia reciente del Vaticano y provocó una ola de homenajes en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, donde sus orígenes y su legado pastoral siguen siendo motivo de orgullo colectivo. Mientras el mundo católico se prepara para la elección de su sucesor, los porteños despidieron con respeto y emoción al primer papa nacido en América, cuyo mensaje de humildad, inclusión y justicia trascendió fronteras y generaciones.