Sin duda uno de los acontecimientos de la vida cotidiana que no pasa inadvertido. Más allá del bienestar que el cambio de vivienda, oficina, etc pueda traer , la preparación del embalaje es de por sí materia inquietante en diversos planos.
Porque en esta realidad también suele aparecer la otra cara de la moneda: de qué se puede prescindir, qué se puede tirar!
Situación que abre otro momento, que también tiene lo suyo… ¡por supuesto!
Para los más entrenados en cambiar de hábitat, se trata de un ejercicio revitalizante. Una práctica que además brinda la posibilidad de descartar elementos, como una manera consciente de achicar el volumen a transportar…
Para otros, constituye una pesadilla. Desde el típico no saber por dónde empezar, hasta las cavilaciones inevitables en cuanto a si la puede realizar uno mismo o lo más indicado resulta ser contratar los servicios de una empresa especializada y con trayectoria en el tema.
El factor emocional es clave. Vale la pena, y a manera de tips, que a la hora de decidir mudarte, si da o contas con la colaboración de familiares o amigos, es importante que vayas reuniendo cajas. Las más grandes, son indicadas para la ropa, manteles, sábanas, cortinas. Las de tamaño mediano resultan más prácticas para trasladar la vajilla, batería de cocina, cristalería y loza. Cada pieza envuelta en papel sobre una superficie abundante de diarios.
Para tener en cuenta: los adornos delicados no deben combinarse con objetos pesados, y las botellas, siempre en posición vertical.
Los diferentes bultos deberán rotularse. Otra sugerencia como para optimizar la experiencia, radica en que, una vez que comenzaste, ya sea a realizar el empaque, o el desempaque, se lleve a cabo de una vez, sin postergaciones de ninguna clase.